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3:33 a.m.

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  La lluvia tiene un efecto sanador en las almas de las personas, al menos siempre me ha parecido así. Basta con que unas cuantas gotas empecen a caer en la noche para que desaparezca cualquier atisbo de insomnio y uno caiga en un estado de tranquilidad y somnolencia parecido al de un bebé. Bueno, no, de hecho contrario al de un bebé, esos pequeños humanos tienen todo menos un sueño profundo y continuo, si no, que hablen las mamás que se desvelan varias veces en las noches para alimentar a las voraces criaturas. El hecho es que la lluvia relaja y no solo en la noche, quien no ha disfrutado de ver a través de una ventana en una tarde lluviosa, de oír el golpeteo del agua y abstraerse en la observación de las gotas que se escurren por el cristal en arbitrarios recorridos llenos de sinuosidad. Basta una tarde lluviosa para soñar, para querer caminar sin importar que uno se va a mojar, porque al fin de cuentas gastamos tanto tiempo en protegernos de la naturaleza, en no ensuciarnos, en no

MEMENTO

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  Las estrellas, están muy lejos y su luz tarda mucho en llegar a nosotros, cada vez que vemos a las estrellas lo único que vemos son fotografías viejas, momentos que han quedado congelados en la memoria de lo que se fue y no será más; solo es recreado, traído de nuevo a la vida, por nuestra extraña tendencia de recordar. Pero sabemos que la memoria no es del todo fiel, cada recuerdo es una reconstrucción, implica la acción de volver a escribir, y cada reescritura cambia un poco de acuerdo a como nos sentimos, como hilamos ese pasado con lo que nos pasa justo en el momento que recordamos. La mayoría de las veces ese renacer de lo pasado, que es recordar, nos honra con su compañía en la quietud de las noches eternas y estrelladas, de incienso y música que flotando en el aire comparte unas veces el silencio místico, otras los viejos recuerdos y poemas esparcidos sobre el telón de la existencia, pero siempre, de una u otra manera, revelando una imagen el misterio de la vida que casi siemp

MANIFIESTO

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Y de repente siento ganas de desconectarme, de nutrir áreas de mi vida que me necesitan y que había dejado en el olvido por el afán de los deberes y las responsabilidades del día a día; asumir tanto trabajo y absorberse en el oficio, o en el ayudar al otro tratando de dar lo mejor de uno para que todos sean felices, o en mantener esas ideas –muy capricornio y escorpio dirían algunos– de que en la vida debe haber una buena dosis de sacrificio y trabajo para alcanzar las metas, o que nada bueno puede venir tan fácil. Todas estas cosas, aunque generen pasión, al final terminan por consumir y desgastar el hálito de energía necesario para simplemente vivir, y es que nada en la vida funciona sin una buena dosis de libertad. Hay un momento en la vida en el que tenemos recordar quienes somos sin las demandas de los vínculos que hemos creado, aunque son esos vínculos los que nos forman o al menos proyectan quienes somos. Pero si, hay momentos en la vida en que es necesario tomar distancia de es